sábado, 5 de marzo de 2011

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL EMPRESARIO


La responsabilidad social del empresario
CARLOS T. WAGNER

Líderes sociales
Los empresarios somos líderes sociales natos por nuestra audacia, sagacidad y perseverancia; por eso, también debemos ser pioneros corresponsables en la urgente labor de rescate social. No basta ser un buen empresario, generar abundante plusvalía, dominar a la competencia e innovar productos y servicios. ¿De qué sirve todo esto si el mercado se hunde y desaparecen los clientes, ante las amenazas de la violencia?
Tampoco basta izar la bandera nacional los días festivos, gozar de los sones populares o condimentar los alimentos con salsa picante del país para ser patriota. ¿Acaso, no depende el país entero del extranjero, la juventud repudia nuestra cultura y las empresas nacionales son absorbidas por los consorcios transnacionales? Y menos aún, el ser empresario responsable social consiste en dar generosos donativos, adornar el altar laboral de la Virgen o ir a misa los domingos. ¿De qué sirven tales rituales si no se pagan salarios justos y se niegan las prestaciones legales, si se atropella la dignidad humana y se abusa de los trabajadores?
El empresario nacional tiene hoy un reto múltiple: Debe ser eficiente y competitivo en su mercado, debe ser justo y magnánimo con sus trabajadores y debe ser responsable ante la sociedad en que vive, no sólo en lo ecológico. Debe ser el líder innovador y eficaz de los cambios que la sociedad requiere; debe ser el promotor de las nuevas estructuras que regirán en el siglo XXI. Y en lo personal, debe ser honesto y frugal, debe ser consciente y patriota ante lo extranjero, debe ser ético y congruente en su empresa y en todos sus ambientes, todos los días de su vida y ante todas las personas con las que se relacione.
Y nuestra visión crítica y aguda, nuestra capacidad de organizar y dinamizar a colaboradores y nuestra habilidad de seleccionar y capacitar a gente honesta y entusiasta, deben rebasar a la empresa. Tales talentos deben extenderse a los organismos cúpulas y a las organizaciones asistenciales y sociales, educativas y políticas, tan vitales y tan abandonadas. No vaya a ser que mañana hayamos logrado prosperidad y competitividad empresarial en un país devastado por guerras civiles, hambrunas y dependencias extranjeras.
Sólo aplicando tiempo, esfuerzo y dinero más allá de nuestra empresa, y sólo siendo un auténtico líder social, haremos un futuro y una Patria más dignos y humanos, más justos y fraternales, para todos nosotros.
La transformación de la empresa
Antes afirmamos la necesidad de integrar ética y vida, sin excluir a la empresa. Aunque difícil, tal integración y transformación profunda no sólo es posible, sino es indispensable para la propia supervivencia empresarial. La competencia en el mercado libre crece tanto por lo estancado del mercado nacional, como por la globalización. Para sobrevivir, tenemos que ser competitivos en todos los aspectos, en el servicio y en lo financiero, en la actitud del personal y en la dinámica organizacional.
La transformación empresarial se inicia por la definición y difusión de los valores corporativos, que alguna manera reflejan las convicciones del empresario. Los valores son los criterios filosóficos últimos que determinan las estrategias y acciones de la empresa. Suelen ser pocos y significativos, destacando los siguientes:
a.) Honestidad - implica Honradez y Sinceridad, Veracidad y Congruencia.
b.) Lealtad - implica Reciprocidad y Justicia, Disponibilidad y Confianza mutua.
c.) Confiabilidad - implica Responsabilidad y Permanencia.
d.) Plena satisfacción del Cliente - implica Calidad y Precio, Cortesía y Servicio, Garantía y Atención.
e.) Respeto a la Comunidad - implica Cultura y Ecología, Empleo y Bienestar compartido.
f.) Dinamismo creativo - implica Flexibilidad y Adaptabilidad, Creatividad y Velocidad de respuesta.
g.) Productividad - implica generar Valor Agregado y Eficiencia, Rentabilidad y Austeridad.
h.) Integración colaboradora - implica Clima laboral y Motivación, Participación y Remuneración justa.
i.) Desarrollo Humano - implica Capacitación y Actualización, Desarrollo profesional y Permanencia.
A la vez que se difunden los valores, debe transmitirse también la Misión y la Visión empresarial, sabiendo que no se puede amar lo que se desconoce y que el funcionamiento adecuado del personal de una empresa requiere capacitación y motivación, a la vez.
COMPETITIVIDAD, RENTABILIDAD PRODUCTIVIDAD, DOMINIO del MERCADO, AGILIDAD y CREATIVIDAD, INNOVACIÓN, AMBIENTE CREATIVO, ENSAYOS, COMPETENCIA de IDEAS, INCENTIVOS CLIENTE, CORTESÍA, CALIDAD SERVICIO, GARANTÍA , RESPONSABILIDAD SOCIAL, APOYO, RESPETO EMPLEOS, ECOLOGÍA, INTEGRACIÓN HUMANA, CLIMA LABORAL, TRATO PERSONALIZADO, PARTICIPACIÓN en la GESTIÓN, OPORTUNIDADES de DESARROLLO, LIDERAZGO NUEVO TRATO INFORMAL, ÉNFASIS en la ACCIÓN DE BUROCRATIZACIÓN
COMITÉS INTERDISCIPLINARIOS PARTICIPACIÓN informaciónconsultasdecisionesresultadospropiedad
La modernización empresarial prosigue con el cambio organizacional para pasar de las pirámides jerárquicas usuales a las redes planas actuales. Este cambio parte de principios administrativos radicalmente diferentes a los clásicos de Henri Fayol de 1916, que rigieron a las organizaciones del siglo XX.
Las nuevas organizaciones son flexibles y ágiles, con pocos niveles de mando, orientadas al servicio al cliente, y suelen enfatizar más el logro de resultados que el cumplir métodos.
Se prosigue con el desarrollo de cinco estrategias clave, las cuales tratan de instaurar la búsqueda de la excelencia:
Primera: plena satisfacción de los clientes mediante calidad de productos y servicios, garantías reales y cortesía en el trato, imposibles si el personal labora a disgusto. Sin una cultura de servicio al cliente, es poco probable que la empresa pueda competir exitosamente en el mercado actual.
Segunda: creatividad y mejoría continua de la Empresa para responder oportunamente a los cambios del mercado, de las condiciones financieras, de la política mundial y del avance tecnológico. Esta creatividad sólo se da en las empresas donde el personal está altamente capacitado y plenamente motivado.
Tercera: respeto a la comunidad donde opera la empresa, manifestado en su cuidado del ambiente físico y social, en su respeto a la cultura propia. Sólo el personal bien integrado se preocupa por sus vecinos para que el desarrollo sea sostenible. Cuarta: por lo anterior, no hay transformación posible de las empresas hacia la competitividad, si no se basa en una profunda integración humana. En efecto, la necesaria productividad, calidad y creatividad sólo se dan por la motivación del personal, y no por decreto. Y la integración requiere, además de un clima laboral armónico y alegre, de participación en la gestión empresarial, de confianza y lealtad recíproca.
Esta participación es gradual, requiere preparación del empresario y del personal y comienza por compartir información de mercados, problemas y finanzas de la empresa, ya que no se puede amar lo que no se conoce. Sigue con la consulta de problemas para que el personal opine y se interese en el futuro de su empresa y de su empleo. Sólo el personal operativo de la empresa
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tiene el conocimiento profundo, de primera mano, de lo que pasa en el mercado y en la producción. ¿Por qué no aprovechar su experiencia?
Luego se delegan las decisiones operativas, cada vez a menor nivel, comenzando por las menos trascen- dentes y paulatinamente avanzando hacia las de mayor importancia. Esto se llama EMPOWERMENT en los Estados Unidos y COGESTIÓN en Europa, y es la fórmula más reciente para la productividad.
En cuarto lugar, se comparten resultados, haciendo que la remuneración sea variable, proporcional al éxito empresarial, en vez de constituir un lastre rígido para la empresa. Se busca un reparto más justo del valor agregado ("plusvalía") que genera la empresa. Finalmente, un empresario moderno y competitivo logra la participación de su personal en el capital y en el riesgo de su empresa, mediante un plan de acciones.
Un estudio, en USA de la American Management Associations (AMA), revela que sólo cuando se combinan cogestión con remuneración proporcional a resultados y accionariado se logran resultados superiores.
Quinta estrategia: la renovación del estilo de liderazgo del propio empresario de autoritario a participativo. Sin esta transformación previa, falla todo el esquema anterior y no pasa de ser una vil manipulación. La integración humana es mandato evangélico, es pilar básico de la DSC y además, es buen negocio como lo testimonian las empresas exitosas. Pero la humanización de la empresa requiere personalización y participación en la gestión. Personalizar la relación laboral es respetar la dignidad humana, es auténtica solidaridad con subsidiaridad, es promoción integral, es reto y delegación. Trato justo, buen clima laboral y capacitación son pilares de la humanización. Una empresa humanamente integrada supera limitantes y dificultades, lucha y crece. En cambio, una empresa con lucha de clases, con antagonismos internos, con objetivos discrepantes, con mal clima laboral es una empresa que siempre termina por fracasar.
Para este nuevo estilo de liderazgo, el primer requisito es que el empresario viva su convicción religiosa también dentro de la empresa, sirviendo a sus prójimos más próximos, sus empleados; que entienda su autoridad como SERVICIO de coordinación y proyección, más que como poder y privilegios personales.
Segundo: que el empresario se desmitifique, que entienda la igualdad esencial de todos los humanos, que viva en plenitud la humildad del mensaje de Job: "Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré al seno de la tierra", que se perciba como administrador de bienes más que como su dueño.
Tercero: que el empresario quiera compartir. Compartir esfuerzos y éxitos, compartir resultados y bienestar, compartir desarrollo y creatividad, compartir riesgos y patrimonio.
Cuarto: que el dirigente confíe en la capacidad y en el entusiasmo de sus subalternos, sabiendo que nadie conoce mejor a una máquina o a un cliente que el trabajador y el vendedor que los atienden cotidianamente. Por ello, el nuevo líder crea retos, delega y apoya a su personal, reconoce y aplaude sus éxitos, capacita y asesora, pero sobre todo, deja hacer al subalterno.
En conclusión, las empresas humanizadas, conforme a los principios de la DSC y de la sociología industrial moderna, lejos de todo taylorismo, no sólo realizan mejor las aspiraciones legítimas del personal a un nivel de vida superior, a una realización profesional y a un desarrollo integral, sino también satisfacen más a los empresarios que las dirigen y a los accionistas que arriesgaron sus ahorros al invertir en ellas. En pocas palabras, la ética, el humanismo y las razones de la administración moderna son concurrentes: sólo la humanización empresarial garantiza la productividad, la supervivencia y el desarrollo. 4
Nuestro RETO HISTÓRICO Empresarial
En resumen, nuestros retos nacionales son superables, pero sólo si anteponemos el Bien Común al egoísmo, sólo si nos modernizamos respetando nuestros valores ancestrales, sólo con una ética de servicio y no del lucro, de armonía y no de confrontación, sólo con empresarios solidarios y participativos.
Para ello, debe avanzar el cambio político con gobiernos más honestos y capaces, que antepongan la patria al extranjero y el interés social al particular. Gobiernos subsidiarios equilibrados por amplios contrapesos de una sociedad civil bien estructurada; gobiernos democráticos que propicien la participación cívica, no la burocracia; gobiernos solidarios que sirvan eficazmente en vez de servirse impunemente.
El cambio político debe generar una Economía Social de Mercado que genere bienestar y lo comparta justamente, que fomente inversión más que especulación, ahorro más que consumo, salarios justos tanto como empleos productivos. Una economía más eficiente y estable, y a la vez, más justa y humana.
Ante el sub-desarrollo que padecemos, debemos cuestionar críticamente las causas que anularon esfuerzos y esperanzas, patrimonios y promesas, para impulsar los cambios radicales requeridos y revertir la tendencia histórica. Sólo con sacrificios compartidos de todos los sectores sociales y con planes realmente ejecutados, sólo con un modelo de desarrollo diferente al actual, podremos acceder al bienestar anhelado.
Tales retos no son sueños imposibles. Países como Japón y Alemania, así se reconstruyeron y ahora encabezan el desarrollo social. Corea y Taiwan así prosperan tras su miseria milenaria y Chile, así va superando sus desastres socialista y militar. Y nosotros, con mucho más recursos, también podemos si queremos.
Nuestros retos son difíciles pero pueden superarse, rompiendo los tabúes obsoletos que nos encadenan. Retos que otros vencieron con su visión, con su trabajo y con su vida. Retos que nosotros superaremos si colaboramos con igual visión y pasión de trabajo. Retos que debemos aceptar como ciudadanos conscientes, como empresarios responsables, como mexicanos con esperanza, como creyentes auténticos. Retos de desarrollo integral y de justicia social, de caridad fraterna y de paz creativa. Retos de una patria, más libre y más ordenada para todos, más próspera y más desarrollada para todos, más digna y más justa para todos.

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