Evita los peores errores en tu trabajo
Buena parte de los traspiés profesionales que te parecen una humillación de la que te resulta difícil recuperarte pueden tener solución. En muchos de ellos puedes encontrar incluso un lado positivo para tu carrera.
Puede que tu jefe esté detrás de las peores humillaciones que más frustración te han causado. O puede que los culpables sean ciertos compañeros tóxicos. Tal vez en tu andadura profesional te hayas encontrado con situaciones incómodas que te avergüenzan o perjudican, y de las que aparentemente no has salido bien parado.
Parece evidente que la más grave y difícil de asumir es que te veas fuera de tu empresa, pero hasta para esa clase de frustración hay soluciones. Quizá tu compañía ejerza un control humillante sobre ti, más allá de los horarios laborales; o puede que seas un profesional invisible; o un obseso de ser o parecer imprescindible. Puede ser que todos te reconozcan como presentista, miembro de una fauna de incompetentes aparentemente eficaces que apenas aportan valor; que tu organización te controle más allá de tu horario profesional, amargándote la vida; o tal vez te hayan engañado y las promesas que recibiste al llegar a tu compañía jamás se han cumplido. ME CREO IMPRESCINDIBLE La obsesión por dejar de ser prescindible sólo puede conducirte a hacer el ridículo. La clave no es qué debes hacer para dejar de ser prescindibles, sino cómo puedes afrontar el hecho de que nadie es insustituible. Debes vivir y trabajar con ello.
Está claro que siempre habrá alguien que pueda llevar a cabo la tarea que realizas. No puedes humillarte hasta el punto de ser de esa clase de profesionales que no aceptan que todo funcione sin ellos durante una temporada; ni de los que temen tanto a no ser necesarios que no se toman vacaciones o pasan sus días de descanso llamando al trabajo para ver si todo va bien. A menudo, pensamos que pasar inadvertido puede ser algo bueno, cuando ser visto y reconocido es una necesidad humana. Ser camaleónico es una técnica poco útil cuando se trata de crecer en el trabajo.
Pero hacerse el imprescindible es poco inteligente si se quiere progresar profesionalmente, y el que comete este error queda estancado y resulta más vulnerable. La solución es básica: reinvéntate y añade valor. Pero sin creerte insustituible.
Si las señales que recibes de que eres prescindible te llevan a pensar que puedes ser despedido, lo más inteligente es trabajar con eficacia. Deja una excelente imagen en la compañía y muestra flexibilidad y valor añadido. Salir de tu empresa no es el fin, y la actitud que mantengas se traslada a las entrevistas de trabajo que consigas. Trata de ser positivo y no perder el tiempo en rumores de pasillo; negocia el plazo de transición y ten en cuenta que se busca mejor desde dentro que en la calle. ME REPELE LA EXIGENCIA La disponibilidad de 24 horas que facilita la tecnología, o el hecho de que tu empresa no haga demasiado por distinguir entre tu vida personal y profesional, puede llevarte al dilema de si debes soportar una dedicación extrema, incluso más allá del horario laboral. Tal dedicación puede incluir eventos, fiestas, reuniones, u obligaciones de trabajo que no distinguen fines de semana de días laborables y que, evidentemente te incomodan. Se trata de una indefinición y confusión entre la esfera personal y la laboral que puede llevarte a quedar marginado si no sigues las actividades extraordinarias que la empresa impone fuera del horario de trabajo.
¿Puede tu compañía exigirte dedicación absoluta o participación en eventos sociales? Lo natural no es que la organización pueda pedir ese tipo de cosas, sino que tú decidas hacerlo. Es una elección de trabajo, no una obligación. Verse obligado a tomar parte de estas tareas extraordinarias tiene su origen en la situación actual del mercado laboral –miedo a perder el puesto o a no encontrar uno nuevo– que provoca cierta resignación y sumisión.
El trabajo ya no es un lugar o un puesto al que vas. Es un estado, una acción. Cada vez más, se trabaja por proyectos y con una flexibilidad horaria mayor, por lo que la profesionalidad ya no se mide por el tiempo en la oficina, sino por objetivos alcanzados. Ten en cuenta, antes de que esa exigencia de dedicación pueda agobiarte, que ahora es más frecuente encontrar profesionales que eligen y gestionan sus tiempos. Y eso podría ser incluso durante el fin de semana. REACCIÓN TÓXICA Algunos jefes son especialistas en machacar a sus empleados y se muestran como verdaderos expertos en crear fórmulas para que los mejores decidan irse. Quizá tú has sufrido este tipo de humillación profesional y soportas un modelo laboral en el que chirría cualquier elemento distorsionante que aporte valor y genere debate.
El alto grado de tolerancia a la mediocridad en un entorno laboral que promociona al incompetente puede ser otra afrenta insoportable, que te lleva a abandonar una organización. Parece claro que una de las grandes humillaciones profesionales que puedes sufrir tienen su origen en sistemas de promoción, retos y carrera profesional mal gestionados, que no discriminan el talento de las personas, ni tienen en cuenta que tus expectativas van más deprisa que las oportunidades que ofrece tu compañía. Esto está relacionado con confundir la fidelidad con la competencia: se promociona a aquel del que te fías, aunque no sea el más capaz. Muchos jefes se rodean de mediocres porque esa es su única forma de brillar. Así, los pelotas promocionan si dan con un mando que los necesita.
También puedes sufrir los rigores de un ecosistema laboral en el que prosperan los parásitos emocionales que encuentran una forma de vivir tranquilos, o esforzándose en agradar a sus jefes, aparentando estar en el lugar adecuado en el momento preciso y con una habilidad extraordinaria para esquivar tareas y funciones delicadas y expuestas.
Pero como hay consuelo para casi todo, también se pueden ver ventajas al hecho de tener jefes y colegas de trabajo tóxicos. Un estudio de la Universidad de Pensilvania citado por The Wall Street Journal revela que no todos los "elementos tóxicos" que hacen más difícil nuestro trabajo, afectan negativamente a la vida en la oficina o a la productividad. En esa fauna perniciosa están los narcisistas –sean jefes o colegas–, que según el estudio pueden resultar personas muy carismáticas que sirven de inspiración a sus acólitos y pueden ser grandes mentores y líderes. También puedes sacar partido de tener un jefe mediocre, inepto, egocéntrico... Es posible que conviertas la frustración y la supuesta humillación en un desarrollo profesional.
Lo más evidente es que tener un jefe con antivalores supone aprovechar ese antimodelo para saber cómo no se deben hacer las cosas y qué tienes que evitar; es algo así como aceptar un entrenamiento duro. A corto plazo, un mando tóxico te lleva a salir fortalecido de una situación complicada.
Hay más ventajas en las que puedes encontrar consuelo antes que humillación: el mal jefe te llevará a descubrir tus propias fortalezas y debilidades, y sirve además para reafirmar tus valores; con uno que no brilla profesionalmente, tú puedes destacar más, y si te ganas su confianza, incluso puede llegar a apoyarse en ti; y tendrás la posibilidad de experimentar y de tener un grado de autonomía superior. Podrás encargarte de tareas y funciones que no estarían a tu alcance, ya que tendrás que hacer lo que tu jefe no sabe. Eso te otorgará visibilidad y experiencias de aprendizaje.
Además, en ese entorno de aparente frustración profesional por culpa de quien te manda tienes la oportunidad de identificar qué trabajo deseas hacer realmente. NUEVA SITUACIÓN La convivencia entre un número creciente de generaciones en las compañías da lugar a que cada vez más jefes jóvenes –teóricamente inexpertos– manden en profesionales con más años en la compañía. Si te cuesta asimilar esta circunstancia deberías pensar en aceptarlo. No debes verlo como una humillación, porque esta situación se hace más frecuente en un escenario en el que la edad ya no es un elemento que defina la jerarquía organizativa. Existen otros requisitos asociados a las capacidades.
Si tienes un jefe más joven debes verlo como algo natural, aunque te haga pensar acerca de tu progresión de carrera. Lo importante es valorar su contribución real, independientemente de cuántos años tenga. Debes percibir que tu superior aporta valores diferenciales que quizá tú no tienes. VICTIMISMO Si cometes el error de ser tú el que está entre los chimosos y los creadores de rumores, debes saber que varios estudios de clima laboral te sitúan en el top 5 de los comportamientos más abyectos en el lugar de trabajo. El consuelo que te queda es que hay quien piensa que el rumor o el chisme, bien usado, puede ser beneficioso en comunicación interna, para lanzar o recibir información que no circula por los cauces oficiales, o para que se descubran ideas o innovaciones que no siguen las vías comunes de la organización. Quizá eso te valga...
También puedes caer en otras espirales negativas: un error casi imperdonable es ser un pesimista que siempre lo ve todo mal, lamentarte por todo, a todas horas, o interpretar siempre lo peor. Si te repites machaconamente cosas negativas, al final las crees y sólo quieres ver lo que ratifica tu visión desgraciada. Todo esto provoca agobio y estrés.
Si no crees en nada y no ves que la actual situación vaya a ningún sitio, lo fácil es bajar el nivel de rendimiento. Dejas de esforzarte si no estás seguro de si seguirás o no el mes que viene, o si cambiará totalmente la estrategia... Resulta más fácil encontrar excusas para la apatía. Baja tu autoestima y tu marca personal queda dañada. Tienes demasiado tiempo para caer en el victimismo, y puedes cometer otra grave equivocación: dedicarte a crear más conflictos de los que puedes resolver. EMOCIONES SIN CONTROL ¿Es para llorar? Hacerlo siempre resulta penoso. Millones de niños han crecido escuchando a sus mayores que "los hombres no lloran". Han sido educados para no hacerlo, y reprimirse es casi un acto reflejo en ellos. Pero tampoco las mujeres deben llorar en horario laboral. Para ellas, las lágrimas en el trabajo se perciben con un desdén especial y las consecuencias son particularmente perjudiciales.
Kim Elsbach, profesora de management en la Universidad de California, asegura que "llorar en público en el transcurso de una reunión, o por culpa del estrés que provoca el trabajo se considera especialmente ruinoso para una mujer, y también un síntoma de debilidad". Llorar en una entrevista de evaluación puede ser tomado además como un intento de manipular el resultado y una falta de profesionalidad.
Pero también esta humillación laboral puede tener su lado positivo: durante mucho tiempo, las emociones se han reprimido, aunque luego se ha visto que son buenas si se presentan de una manera positiva. Las emociones positivas se aceptan en términos de motivación. Deja espacio para las emociones más difíciles, como la posibilidad de expresar frustración. LA ESTUPIDEZ Si en tu compañía estás catalogado como "estúpido funcional" debes saber que tu "habilidad" puede ser gestionada e incluso resultar productiva. ¿A quién humilla esa estupidez? Un profesional con talento puede llegar a resultar molesto, porque genera cambios o propone ideas. Pero cuando alguien no es precisamente brillante, lo cierto es que no entorpece. No tiene iniciativa, ni ideas. Los incompetentes aparentemente eficaces pero que en realidad apenas aportan valor a su compañía pueden ser excelentes mantenedores para aquellas organizaciones que no desean cambiar.
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