Cómo sobrevivir a tres millones diarios de 'tuits'
Está inundado de papeles, tiene saturado su correo electrónico y hace tiempo que no atiende sus redes sociales… y eso que creó un perfil con la mejor intención. Definitivamente ha perdido la batalla en el caos informativo y se está quedando obsoleto. Para conseguir ser un superviviente y aprovechar lo mejor de cada medio basta con un poco de organización y una gestión eficaz de la información porque... no todo vale.
Para sobrevivir al caos informativo hay que relajarse y aceptar los límites personales. Esta es la primera recomendación de Pilar Jericó, directora general de Be-Up, quien señala que “es humanamente imposible procesar toda la información que recibimos. Además, debido a la gran cantidad de datos, la mayoría de las veces queda obsoleta”.
Hace unos años la radio, la televisión y la prensa escrita eran los canales que nos permitían conocer mundo, el qué pasa, dónde y cuándo. Pero, en la última década el uso generalizado del correo electrónico, Internet y todas las herramientas asociadas a la tecnología 2.0 convierten el día a día en una maraña informativa que, si no se gestiona adecuadamente, puede anular la eficacia profesional. Algunos de los datos que confirman esta avalancha son el billón de páginas que tiene indexadas Google, los diez millones de entradas en la Wikipedia en todos los idiomas, los 100 millones de videos que se ven a diario en Youtube, los 130 millones de blogs en la blogosfera (no es lo que parece, porque algunos están muertos) y los tres millones de tuits que circulan por Twitter cada día.
Evitar la obesidad informativaPara no ser un perfil virtual ‘muerto’, organícese. Jericó aconseja saber seleccionar y dar prioridades a clientes internos y externos o personas que son de importancia alta en nuestro trabajo: “El resto conviene dejarla en una bandeja para contestar o atender en momentos en los que se está más tranquilo”. Curiosamente, añade la directora general de Be-Up, “cuando esa bandeja se revisa al cabo de un tiempo nos damos cuenta de que dicha información no era tan relevante”. Haga la prueba.
“A lo largo de los años te vas dando de alta en determinados canales que depositan en tus buzones de entrada informaciones que al principio eran interesantes. Si pasado un tiempo ese interés disminuye un hábito sencillo y saludable es conectar una alarma periódica (tres meses por ejemplo) para redefinir las suscripciones"
Jaime Bacás, socio director de Atesora, tiene también su propia receta para paliar los efectos de la sobreabundancia informativa: “Sabemos o podemos aprender fácilmente cómo funcionan esos canales. Pero ignoramos cuál es el uso estratégico de los mismos. Esta indefinición genera un uso excesivo”. Apunta además que “siempre es posible buscar o acceder a más información sobre un tema. La cuestión es qué falta, ¿cuándo paro? De nuevo una definición precisa de lo que quiero o necesito”.
Pero no todo son inconvenientes. Aproveche la oportunidad que le brinda Google, “desarrolle sus habilidades personales más que la memoria. Puede ir almacenando los datos y, en caso de que los necesite, puede acudir a ellos en cualquier momento”, afirma Jericó. Tampoco se estrese con este paso. Almacenar por colores, tamaños, número puede llegar a convertirse en una maraña insalvable. “Es preferible señalar menos pero cumplirlos, que no ser optimistas y señalar mucho más para no poder alcanzarlos”, añade.
¡Póngase a dieta!No es necesario estar presente en todos los foros, actualizar su blog constantemente, tener el email impecable o ser el más popular en las redes sociales. Estas pretensiones, además de apartarle de su trabajo diario, le supondrán una carga de estrés inútil y de la que no se librará fácilmente porque esta actividad virtual crea adicción.
“Es humanamente imposible procesar toda la información que recibimos. Además, debido a la gran cantidad de datos, la mayoría de las veces queda obsoleta”
Bacás señala que “las personas que trabajan por objetivos, tienen muchos menos problemas de obesidad informativa. Saben con precisión lo que quieren conseguir y, por tanto, son muy exigentes con su dieta informativa. Seleccionan y priorizan su ingesta adecuándola a sus objetivos. Discriminan con eficacia las cualidades de los diferentes alimentos y evalúan continuamente a los proveedores de información, para remplazarlos cuando la calidad de sus productos decae o aparecen otros más eficientes. Entienden que la información es un medio para alcanzar el objetivo, no un fin en sí mismo”.
¿Cómo identificar aquellos datos que realmente aportan? “Muy sencillo. Si pasada una semana o un mes hubiéramos echado en falta dicha información. Si la respuesta es ‘no’, está claro que no es relevante”, señala Jericó. Bacás apunta otro pequeño truco: “A lo largo de los años te vas dando de alta en determinados canales que depositan en tus buzones de entrada informaciones que al principio eran interesantes. Si pasado un tiempo ese interés disminuye un hábito sencillo y saludable es conectar una alarma periódica (tres meses por ejemplo) para redefinir las suscripciones y canales que realmente merece la pena mantener”.
Otro de los ejercicios que propone Jericó es tomar hábitos nuevos para actualizar la agenda: “Cada vez que llegue un correo de una persona interesante, pásela a su base de datos, que no se quede sólo en el correo. Vale la pena dedicar un tiempo de reflexión sobre cómo ganar eficacia personal y hacer un seguimiento personal del mismo”.
Bacás insiste en que cada vez más personas se ponen a dieta informativa. Su secreto es planificar, como si se tratara de una reunión de trabajo, cuáles y cuántos alimentos informativos consumirán cada día. El régimen consiste en: “60 minutos de navegación en internet para seleccionar informaciones de clientes o proveedores; 30 minutos para relaciones familiares, amistades y aficiones. Eso sí, en un solo bloque continuado. No con 18 interrupciones a lo largo del día, lo que generaría una notable pérdida de productividad”.
Está inundado de papeles, tiene saturado su correo electrónico y hace tiempo que no atiende sus redes sociales… y eso que creó un perfil con la mejor intención. Definitivamente ha perdido la batalla en el caos informativo y se está quedando obsoleto. Para conseguir ser un superviviente y aprovechar lo mejor de cada medio basta con un poco de organización y una gestión eficaz de la información porque... no todo vale.
Para sobrevivir al caos informativo hay que relajarse y aceptar los límites personales. Esta es la primera recomendación de Pilar Jericó, directora general de Be-Up, quien señala que “es humanamente imposible procesar toda la información que recibimos. Además, debido a la gran cantidad de datos, la mayoría de las veces queda obsoleta”.
Hace unos años la radio, la televisión y la prensa escrita eran los canales que nos permitían conocer mundo, el qué pasa, dónde y cuándo. Pero, en la última década el uso generalizado del correo electrónico, Internet y todas las herramientas asociadas a la tecnología 2.0 convierten el día a día en una maraña informativa que, si no se gestiona adecuadamente, puede anular la eficacia profesional. Algunos de los datos que confirman esta avalancha son el billón de páginas que tiene indexadas Google, los diez millones de entradas en la Wikipedia en todos los idiomas, los 100 millones de videos que se ven a diario en Youtube, los 130 millones de blogs en la blogosfera (no es lo que parece, porque algunos están muertos) y los tres millones de tuits que circulan por Twitter cada día.
Evitar la obesidad informativaPara no ser un perfil virtual ‘muerto’, organícese. Jericó aconseja saber seleccionar y dar prioridades a clientes internos y externos o personas que son de importancia alta en nuestro trabajo: “El resto conviene dejarla en una bandeja para contestar o atender en momentos en los que se está más tranquilo”. Curiosamente, añade la directora general de Be-Up, “cuando esa bandeja se revisa al cabo de un tiempo nos damos cuenta de que dicha información no era tan relevante”. Haga la prueba.
“A lo largo de los años te vas dando de alta en determinados canales que depositan en tus buzones de entrada informaciones que al principio eran interesantes. Si pasado un tiempo ese interés disminuye un hábito sencillo y saludable es conectar una alarma periódica (tres meses por ejemplo) para redefinir las suscripciones"
Jaime Bacás, socio director de Atesora, tiene también su propia receta para paliar los efectos de la sobreabundancia informativa: “Sabemos o podemos aprender fácilmente cómo funcionan esos canales. Pero ignoramos cuál es el uso estratégico de los mismos. Esta indefinición genera un uso excesivo”. Apunta además que “siempre es posible buscar o acceder a más información sobre un tema. La cuestión es qué falta, ¿cuándo paro? De nuevo una definición precisa de lo que quiero o necesito”.
Pero no todo son inconvenientes. Aproveche la oportunidad que le brinda Google, “desarrolle sus habilidades personales más que la memoria. Puede ir almacenando los datos y, en caso de que los necesite, puede acudir a ellos en cualquier momento”, afirma Jericó. Tampoco se estrese con este paso. Almacenar por colores, tamaños, número puede llegar a convertirse en una maraña insalvable. “Es preferible señalar menos pero cumplirlos, que no ser optimistas y señalar mucho más para no poder alcanzarlos”, añade.
¡Póngase a dieta!No es necesario estar presente en todos los foros, actualizar su blog constantemente, tener el email impecable o ser el más popular en las redes sociales. Estas pretensiones, además de apartarle de su trabajo diario, le supondrán una carga de estrés inútil y de la que no se librará fácilmente porque esta actividad virtual crea adicción.
“Es humanamente imposible procesar toda la información que recibimos. Además, debido a la gran cantidad de datos, la mayoría de las veces queda obsoleta”
Bacás señala que “las personas que trabajan por objetivos, tienen muchos menos problemas de obesidad informativa. Saben con precisión lo que quieren conseguir y, por tanto, son muy exigentes con su dieta informativa. Seleccionan y priorizan su ingesta adecuándola a sus objetivos. Discriminan con eficacia las cualidades de los diferentes alimentos y evalúan continuamente a los proveedores de información, para remplazarlos cuando la calidad de sus productos decae o aparecen otros más eficientes. Entienden que la información es un medio para alcanzar el objetivo, no un fin en sí mismo”.
¿Cómo identificar aquellos datos que realmente aportan? “Muy sencillo. Si pasada una semana o un mes hubiéramos echado en falta dicha información. Si la respuesta es ‘no’, está claro que no es relevante”, señala Jericó. Bacás apunta otro pequeño truco: “A lo largo de los años te vas dando de alta en determinados canales que depositan en tus buzones de entrada informaciones que al principio eran interesantes. Si pasado un tiempo ese interés disminuye un hábito sencillo y saludable es conectar una alarma periódica (tres meses por ejemplo) para redefinir las suscripciones y canales que realmente merece la pena mantener”.
Otro de los ejercicios que propone Jericó es tomar hábitos nuevos para actualizar la agenda: “Cada vez que llegue un correo de una persona interesante, pásela a su base de datos, que no se quede sólo en el correo. Vale la pena dedicar un tiempo de reflexión sobre cómo ganar eficacia personal y hacer un seguimiento personal del mismo”.
Bacás insiste en que cada vez más personas se ponen a dieta informativa. Su secreto es planificar, como si se tratara de una reunión de trabajo, cuáles y cuántos alimentos informativos consumirán cada día. El régimen consiste en: “60 minutos de navegación en internet para seleccionar informaciones de clientes o proveedores; 30 minutos para relaciones familiares, amistades y aficiones. Eso sí, en un solo bloque continuado. No con 18 interrupciones a lo largo del día, lo que generaría una notable pérdida de productividad”.