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Los expertos sostienen que un buen empresario no siempre nace con las aptitudes para ser un líder nato, sino que cualquiera puede aprenderlo
Un 29% de los que decidieron emprender durante 2013 en España lo hizo por necesidad. Ni impulsados por el deseo de dejar una huella en el campo de la innovación ni porque posean un gen empresarial. Su razón para poner en marcha un negocio fue la situación económica del país y su empeño en encontrar una salida. Ese porcentaje sitúa a los españoles siete puntos por encima de la media de la Unión Europa, según el informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM) de 2013, el principal barómetro internacional sobre el emprendimiento.
A priori, se podría pensar que un emprendedor desprovisto de atrevimiento e imaginación jamás podría sobrevivir en el competitivo universo de los negocios, pero los expertos sostienen que un buen empresario no siempre nace con las aptitudes para ser un líder nato, sino que cualquiera puede aprenderlo. La motivación es el factor clave.
Así lo defiende el economista y autor de El libro negro del emprendedor, Fernando Trías. “La dicotomía de nacer o no emprendedor contiene un error en el enfoque. No se trata de ser un empresario nato, sino de determinación y capacidad de trabajo”. Trías publicó en 2007 esta guía después de un exhaustivo trabajo de campo con cerca de 50 emprendedores españoles que fracasaron. La clave para que una idea sea rentable es que detrás de ella haya ilusión, defiende. “El camino es arduo y muchas veces hay que pelear con la administración o con los bancos para conseguir financiación. Se debe tener tesón”.
La dicotomía de nacer o no emprendedor contiene un error en el enfoque. No se trata de ser un empresario nato, sino de determinación y capacidad de trabajo
Una de las conclusiones de su análisis es que en la mayoría de casos lo que hace que un negocio no salga adelante es la falta de entendimiento entre los socios. La comunicación es esencial, ser honesto desde el minuto uno y dejar claras cuestiones como el tiempo que dedicará cada uno o qué cantidad de dinero aportará cada socio. En cuanto a las aptitudes, Trías sí defiende que todo emprendedor debe tener tolerancia a la incertidumbre. “Hay gente que prefiere la seguridad, la rutina o que sea otro quien acarree con su nómina. Cuando esas personas montan un negocio lo pasan muy mal. El emprendedor debe tener el deseo de actuar en un entorno incierto”.
El profesor de IESE Business School Juan Roure considera que emprender no es un proceso que esté vinculado a las características innatas de la persona. “El autoconocimiento es muy importante, ser consciente de en qué eres bueno y en qué áreas necesitas apoyo. Todo se puede aprender”. Lo más difícil de entrenar es la sensibilidad para detectar oportunidades de negocio, una habilidad en la que el entorno juega un papel esencial. “Moverse en un ambiente de trabajo que esté en permanente cambio, por ejemplo el sector tecnológico, ayuda mucho a identificar nuevas ventanas de negocio.
Hay que ser rápido”. El emprendedor de éxito suele ser generalmente una persona de mediana edad, de entre 35 y 50 años; al joven le cuesta más detectar los huecos porque no conoce el mercado. “Para conseguir que una idea cale es importante adquirir experiencia en el campo que nos interese o nos apasione, hacer contactos y estudiar cómo han funcionado en otros países proyectos similares”. Roure aconseja probar la idea de forma paralela al empleo, sin dejar el puesto de trabajo.
Los españoles que montaron una empresa en 2013 no por necesidad económica sino tras identificar una oportunidad de negocio fueron el 33% del total de emprendedores, una cifra por debajo de la media europea que se sitúa en el 47%. En datos generales, la tasa de actividad emprendedora en España en 2013 (ratio que mide las iniciativas lanzadas al mercado sobre la población de 18 a 64 años) fue del 5,2%, tres puntos menos que la media de los países que basan su crecimiento en la innovación, según el informe GEM.
Entre los rasgos genéticos comunes destacan la necesidad de tener el control de la situación y la tendencia a asumir riesgos
Leticia Prada, de 32 años, coach especializada en inteligencia emocional y neurociencias, montó en diciembre del pasado año La Escuela de Emprendedores (LEDE) en A Coruña. Entre otros servicios de asesoramiento ofrece sesiones de coaching, que sirven al emprendedor para reafirmarse y estar seguro de que quiere ser empresario. “Algunos lo ven como una alternativa al desempleo y lo utilizan como una salida en la que realmente no creen. Para evitar que a medio o largo plazo se desinflen, en los procesos de coaching averiguamos cuál es realmente su objetivo, porque todos tenemos algo que nos apasiona”, explica Prada.
Lo esencial es que haya un para qué claro, una idea destinada a cubrir una necesidad. Se trata de sesiones individuales en las que se detectan posibles déficits del emprendedor para trabajar la raíz del problema y aplicar una solución. Los tres valores esenciales para salir adelante son el compromiso -para evitar hundirse ante cualquier contratiempo- , la capacidad de adaptación -modificar la idea de negocio si no cuaja en el mercado- y la responsabilidad suficiente para exigirse a sí mismo un ritmo adecuado de trabajo. “Cada persona puede tener una serie de frenos que le impiden comprometerse. La situación familiar o el entorno pueden ser algunos de ellos. Al igual que modificamos comportamientos en terapia con un psicólogo, estos muros se pueden derribar con un proceso de coaching”.
Más allá de la opinión de los expertos, están los estudios científicos, y algunos de ellos sí consideran que los emprendedores presentan cualidades en común. El estudio Individual and Enviromental Determinants of Enterpreneurship, publicado en 2005 por el International Entrepreneurship and Management Journal (EE UU), señala que a la hora de emprender influyen tanto factores genéticos como socioculturales. En lo referente a la genética, destaca cuatro signos comunes: la necesidad de tener el control de la situación; el deseo de mejorar los resultados y sentirse responsable de ello; la tendencia a asumir riesgos, y el liderazgo.
Sobre esta última cualidad, el profesor de la Escuela Internacional de Dirección Empresarial (ESEM) José Manuel Martín considera que en todo equipo sale un líder natural. “Un emprendedor no se debe echar atrás porque no le nazca liderar. El buen director sabe delegar e identificar a las personas más adecuadas para cada función dentro de la empresa”.
Para los indecisos, el Ministerio de Industria lanzó en 2003 la herramienta Autodiagnóstico del Emprendedor, un cuestionario con 25 preguntas cerradas sobre aspectos como la motivación, la iniciativa, la energía personal, el perfil psicológico, la capacidad de relación y de análisis, la innovación, creatividad y propensión al riesgo. El objetivo es que el futuro dueño de un negocio se someta a un test para saber si realmente ha llegado el momento de despegar.
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