Ciertamente las empresas tienen potencial para ser
una gran fuerza de bien en cualquier sociedad y, de hecho, muchas desarrollan
una prometedora capacidad moral y económica. Sin embargo, el camino para
desarrollar su potencial puede presentar numerosos obstáculos. Algunos son
externos a la empresa y sus líderes suelen tener una capacidad de influencia
limitada para superarlos, como es el caso de la ausencia de estado de derecho o
de regulaciones internacionales, la corrupción, la competencia depredadora, el
”capitalismo de amigotes”, (en el que éxito empresarial depende de dudosas
relaciones entre empresarios y gobiernos), la excesiva intervención estatal, o
una cultura hostil hacia la iniciativa emprendedora en una o varias formas.
Otros obstáculos son internos, como tratar a los empleados como meros
“recursos”, tratar a la empresa como se fuera una simple mercancía, rechazar
una correcta regulación del mercado por parte del gobierno, ganar dinero a
partir de productos que no son realmente buenos
o servicios que realmente no sirven, o explotar los recursos naturales o
humanos de forma destructiva.